Fredrick Johansson - Biografia





Fredrick Johansson
   Fred nación en alta mar. Se crió en el seno de una familia adinerada, y muy unida. Su padre (Patrick Johansson) y su madre (Emilie Ström) poseían una empresa de transportes marítimos con varios barcos a su cargo. En numerosas ocasiones viajaban a bordo de alguno de ellos, creando una confianza y dedicación en los marineros que trabajaban para ellos.

   La educación del pequeño llevo a Patrick y Emilie a contratar a un famoso profesor: Alexander Marlas. Éste comenzó con la instrucción del joven en las diferentes materias, mostrándole todas las maravillas que el saber albergaba y que Fred con sus 6 años ya era capaz de comprender. Pero la idea del pequeño Fred estaba ya clara desde el mismo momento en el que nació, y el agua salada se había mezclado con su sangre. El mar era todo lo que deseaba y, al igual que su padre, quería ser comerciante; pero eso no impidió que Alexander plantase la semilla de la curiosidad de todas aquellas pequeñas maravillas que el saber podía explicar. Alexander enseñaba a Fred a través de libros y de la propia experiencia. El muchacho absorbía los conocimientos como una esponja. Patrick y Emilie se sentían tremendamente orgullosos de cómo su pequeño aprendía a respetar a todo el mundo y se convertía en un muchacho prometedor.

   Los viajes por alta mar de Fred con sus padres y su tutor volvían al niño mucho más alegre y jovial de lo normal. Por las mañanas desayunaba junto a la tripulación, quienes se entretenían con el pequeño que hablaba sin parar. Después pasaba la mañana estudiando sus libros y recibiendo clases de su maestro. Durante la comida contaba y explicaba con todo detalle lo que había aprendido. Las tardes eran más entretenidas y divertidas, aprendiendo con cada marinero los trabajos que se realizaban y la importancia de cada uno de ellos, bajo la atenta mirada de Alexander. Al anochecer la cena se servía acompañada de vez en cuando de algún capricho que le hacía sonreír. Todos los días eran iguales y diferentes. Pero aquella noche fue diferente al resto. Una gran tormenta se desató en muy poco tiempo. Toda la tripulación estaba corriendo de un lado a otro, al igual que sus padres que ayudaban en lo que podían. Mientras Alexander entretenía a Fred, ansioso por ver la tormenta en el exterior. Al final Alexander consiguió acostar al muchacho. Pero éste sólo fingía dormir. Una vez solo, se levantó, y con cuidado se escabulló hasta la cubierta del barco. Los rayos azotaban el mar y las olas se levantaban por encima de Fiable amenazando con tragárselo. Todo el mundo corría y gritaba. Aquel espectáculo le parecía asombro y maravilloso al muchacho de 10 años. No escuchó los chillidos de los marineros y su madre que le gritaban, sólo vio cómo Alexander corría hacia él con el rostro desencajado. Un zumbido se acercaba velozmente por su espalda y  cuando se dio la vuelta, una enorme soga le sacudió en la cara lanzándole por los aires fuera del barco.


   Una semana después se despertó tumbado en la cama de su casa. La cabeza le dolía.  Se llevó la mano izquierda al rostro. Una venda le ocultaba su lado izquierdo y al abrir los ojos solo veía por el ojo derecho. Comenzó a retirarse el vendaje, notando cómo en su cara una larga franja de dolor le atravesaba. Poco a poco abrió su ojo izquierdo y la luz lo cegó por un momento. A su lado su madre dormía sentada en una mecedora. Su espejo estaba tapado con una sabana, pero recordó la caja de plata en la que guardaba una vieja brújula de su padre. Al mirarse en el metal contempló como una gran quemadura cruzaba en vertical su piel atravesándole el ojo. La recuperación fue lenta. Alexander le preparaba ungüentos para calmar el dolor. 

   Sus padres comenzaron a discutir a menudo. Alexander apoyaba la idea de Emilie de mandar al joven a una escuela de enseñanza. Fred no comprendía bien lo que estaba pasando, pero sabía que era culpa suya.

   Un día se sentaron los cuatro en la mesa del comedor, donde explicaron a Fred que Alexander había sido contratado por una universidad muy famosa, y que en unos días se marcharía. Pero su sorpresa llegó cuando le dijeron que lo acompañaría, para continuar con sus estudios. Fred quería continuar navegando y acompañándolos, pero sus padres sólo le dejaron una opción. El carácter del muchacho cambio aquel día, todos pensaban que se le pasaría con el tiempo, pero la tristeza de alejarse de sus padres y el mar se apoderó de él. 

   En la Gran Universidad la situación solo empeoró. Se convirtió en el extraño, ya que no había recibido una beca para entrar ni sus padres habían pagado grandes sumas de dinero… y sobre todo aquella horrorosa quemadura. Pasaba todo el tiempo estudiando en soledad, sólo tenía el consuelo de las cartas que llegaban de sus padres, durante los primeros meses en los que Alexander casi no tenía tiempo ni para respirar. El maestro, por el contrario, rápidamente entabló buenas relaciones con el resto de profesores. Los meses pasaban y la situación de Fred no cambiaba respecto a sus compañeros, los cuales cada vez se burlaban más de él. Alexander comenzó a acercarse otra vez más al muchacho, ayudándolo en las materias en las que podía. Fred apreciaba esos momentos que fueron aumentando; y ya no sólo con su mentor, sino con el resto de profesores, que parecían interesarse más en el aquel joven que no dejaba de estudiar. Poco a poco entablaba conversaciones con los profesores y pasaba la mayor parte del tiempo con ellos, lo que provocó el completo rechazo por parte de todos sus compañeros, que comenzaron a pegarle cuando se les presentaba la oportunidad. 

   Con 15 años, la situación empeoro hasta el punto de que no bastaban sólo los golpes y vejaciones, sino que comenzaron las palizas. Le magullaban todo el cuerpo menos la cabeza. Fred ocultaba sus marcas a los profesores, por miedo a represalias aun peores. 

   Era el comienzo de un nuevo curso y se preparaba para asistir a la presentación y bienvenida cuando otra vez le habían acorralado en un rincón. Los golpes le llovían de todas las direcciones, hasta que de repente vio como unas extrañas figuras se movían rápidamente entre él y sus agresores, deteniéndolos. Un hombre alto se acercaba con un pañuelo en la mano y seguido de una gran pantera negra. Aquel hombre le limpió la sangre y lo acompañó a la enfermería. Allí le preguntó por qué permitía que le pegasen. Fred le explicó que él no creía en la violencia, exponiéndole todos los argumentos que había aprendido de sus padres y sus maestros. Lucanor lo escuchó y con paciencia comenzó a rebatirle sus ideales. Fred ese día aprendió que defenderse luchando no es una mala acción. Una vez recuperado de sus heridas comenzó a estudiar artes marciales y el uso de las armas de proyectiles que le servirían para defender su barco y las mercancías que transportara.

   Desde aquel día nadie se metía con él. Si lo hacía físicamente, recibían una descarga de golpes que los humillaban más que hacerles daño. Con el tiempo comenzaron a ignorarlo de nuevo, aunque no evitaba las malas caras que le ponían algunos de sus compañeros al verlo hablando con los profesores fuera de las clases. Pero eso no le importaba.
  
El día de su graduación en medicina. Sus padres recibieron un permiso para poder asistir. La felicidad que sentían al poder ver a su hijo convertido en todo un hombre les llevó a regalarle el primer barco que tuvieron ellos, con la esperanza de que les diera la misma suerte que a ellos.



   Fred al ver el estado del barco decidió rediseñarlo, con ayuda de sus profesores. El barco está listo para zarpar, pero antes Fredrick ha de encontrar una tripulación que le ayude a gobernarlo.