I. Érase una vez...
En el lejano Kushistán nació una niña en una familia humilde, su madre la trataba con cariño pero su padre la menospreciaba por ser mujer (el cual siempre quiso un hijo varón). Diez años después nació su hermano Rashid, su padre se llenó de orgullo y a los dos años decidió deshacerse de la pequeña. Su padre era un ayudante en el hogar de un importante hombre de negocios y le ofrecieron un puesto a su hija en casa de un camarada y amigo. El hombre en cuestión tenía una alta reputación social en Karjah, era mercader y un ávido hombre de negocios. Según los rumores en más de una ocasión visitó al propio Sultán por asuntos de comercio y otros temas más dudosos.
El padre no dudó en aceptar la oferta y se la entregó al Señor Hashim Abdul sin recibir información alguna. La niña era tímida y le costó adaptarse a su nuevo hogar, aprendiendo trabajos de servidumbre propias de una doncella y otros menos apropiados como odalisca, los cuales no apreciaba. Al cumplir los 15 años se la ofrecieron a un noble procedente de Gabriel para que perdiera la virginidad a cambio de una buena suma de dinero que Hashim guardó como oro en paño.
Jalila echaba de menos a su familia, a su amorosa pero apocada madre, y especialmente a su hermano pequeño, al cual prometió que volvería cuando pudiera liberarse de ese lugar. A veces recordaba a su padre, recordándole en sus pensamientos cuál era su obligación y deber. Pero ella no quería permanecer allí para siempre. Durante esos años aprendió el arte culinario y destacó como bailarina de raqs sharqi en las fiestas que celebraba el Señor Abdul.
Su vida transcurría en la aburrida rutina, pero cuando cumplió los 25 años sus compañeras del hogar le ofrecieron un hermoso regalo, un ave rapaz recién nacida. Jalila adoraba a su nuevo amigo, un milano negro al que llamó “Sombra Veloz”. Le ocultó en su habitación, apenas era una cría pero ella sabía que se haría grande y no podría ocultarlo allí. Tenía que pedir permiso. Esa noche al terminar sus quehaceres intentó buscar a su Señor pero no le halló. Al recorrer casi toda la mansión escuchó gritos en una zona de la casa que estaba prohibida para ella y el resto de sirvientes. Con algo de curiosidad se adentró en las sombras y llegó a una puerta a medio abrir, los gritos se escuchaban más fuertes que antes. Jalila cometió el error de entrar sin permiso en la estancia privada de su señor y lo que vio a continuación le heló la sangre. Su Señor se encontraba sobre el reciente cadáver de una de sus concubinas, ambos llenos de sangre. Una extraña aura negra le envolvía. No gritó, pero el hombre se percató de su presencia y corrió hacia ella. Jalila intentó escapar pero él la alcanzó y la encerró en la siniestra estancia. Lleno de ira, Hashim sacó un puñal de su manga y sin escrúpulos arrancó el ojo derecho a Jalila, quien gritaba de dolor. La pérdida de sangre la hizo desfallecer pero al despertar se encontraba sobre una tabla de madera sucia, continuaba en la misma estancia.Jalila estaba mareada y notaba que su cuerpo no le respondía pero con todas las fuerzas que le quedaban logró levantarse y huir de allí, llevándose a Sombra Veloz consigo. Se alejó de allí torpemente, sangrando y con la cría de milano entre las manos.
Acudió a su hogar, pero su padre la repudió por el acto que había cometido. Ella no le entendía, era la víctima no la culpable. Sin darle otra opción, Jalila huyó de allí sin dinero, sin comida y sin agua. Se alejó de Karjah, pero su cuerpo cayó rendido al poco de adentrarse en el árido desierto. Entonces todo se volvió negro. II. La fuerza del destino.
Al despertar, se encontraba en una pequeña casita y tenía el ojo vendado. Al instante se percató que Sombra Veloz también estaba allí, aleteando cerca. Su salvador resultó ser un misterioso hombre que se hallaba por el desierto camino a su hogar en el puerto de Tahar, de no ser por él habría fallecido bajo el ardiente sol. La encontró y la llevó en carro hasta su hogar, donde un amigo suyo trató la horrible herida. Al descubrir que ese amigo era un hechicero Jalila se mostró a la defensiva, pero aceptó el hecho de que les habían salvado la vida. Aun así, ella se encontraba perdida, sin saber qué hacer. Durante un tiempo permaneció con Devereux Dangerfield, el hombre que la rescató del desierto que iba a ser su tumba. Era un mercenario de Phaion y sabía navegar a la perfección. La enseñó a manejar su sable para la batalla (el cual antes utilizaba únicamente para bailar), y a desarrollar la vista de su ojo perdido mediante un sistema que él parecía conocer muy bien.
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III. El viaje continúa.
Navegar era su gran sueño, sentir la brisa del mar en el cabello y el aroma salado inundando sus sentidos. Tras varios pequeños viajes por alta mar, se enroló como navegante oficial de un buque mercante. Esos dos años se llenaron de experiencias enriquecedoras y cautivantes, especialmente al conocer al bardo Emmanuel Di Ascani, del cual quedó enamorada. Su vida continuaba en un rumbo de ensueño pero en su corazón había dudas, sabía que no siempre se podía conseguir los sueños. Al cumplir los 30 años y con gran pesar, abandonó la tripulación sin despedirse de su amante. Jalila y Sombra Veloz continuaron su viaje. Ella quería evitar que los demás sufrieran como ella sufrió en el pasado debido a personas desalmadas sin un ápice de sentimiento en el corazón. Buscaría un nuevo navío y así poder ayudar a personas que lo necesitasen, para impartir la justicia que ella creía justa y que nunca nadie le dio la oportunidad de ejercer. Un nuevo camino se abría a su paso.